COMPLIANCE Y DISCRIMINACIÓN: EL TONE AT DE TOP EN LA PRÁCTICA Y EN EL CAJÓN
Cuatro horas antes de la muerte de Georges Floyd en Estados Unidos que desató manifestaciones en todo el país, un incidente racista en Central Park le costó el trabajo y su mascota a una ejecutiva del mundo de las finanzas de una importante compañía gestora de inversiones.
Esa mañana de mayo, Christian Cooper, un ornitólogo afroamericano observaba las aves que revoloteaban por Central Park, cuando los gritos de Amy Cooper, una mujer blanca que llamaba a su perro lo distrajeron. Le pidió, entonces, a la dueña de la mascota que le pusiera la correa de acuerdo con las reglas del parque. Ella se negó. Intercambiaron palabras y, mientras él grababa el altercado en su teléfono, ella amenazó con denunciarlo, cuestión que hizo llamando al 911 diciendo que “un hombre afroestadounidense está amenazando mi vida y la de mi perro”. El video se viralizó con más de 40 millones de reproducciones.
Desde entonces, sus vidas tomaron rumbos opuestos. Amy Cooper fue despedida de su trabajo de alto nivel en finanzas, tuvo que devolver a su perro por un tiempo y se convirtió en la personificación del racismo, la discriminación y el mal trato. Por su parte, Christian Cooper, recibió mayoritariamente el respaldo de la comunidad, fue invitado a varios programas de televisión y se transformó en un referente más de la causa contra el racismo.
¿Y qué tiene que ver esto con el compliance? Absolutamente todo. Resulta ser un ejemplo, de cómo las empresas ponen a prueba sus programas y políticas de ética y cumplimiento, reaccionando ante una crisis, a la vez que rinden un accountability frente a la comunidad en la cual están insertas. De este modo, envían un mensaje potente al interior de la organización y hacia el entorno donde desarrollan sus actividades.
Franklin Templeton Investment es una compañía líder mundial en gestión de activos con siete décadas de experiencia, particularmente en fondos de inversión, cuyas oficinas principales están en California. En el sitio web de la empresa se encuentra publicada su política de diversidad e inclusión la que es clara, corta y está expresada en un lenguaje sencillo: “La diversidad y la inclusión no son solo palabras de moda para nosotros…impregnan nuestra cultura de arriba abajo y repercuten en nuestra vida cotidiana…promover una fuerza de trabajo inclusiva ayuda a nuestros empleados a prosperar, lo que beneficia a nuestros clientes, a nuestros socios y a nuestra empresa…”
Con respecto al compromiso de sus equipos expresa: “Todos nosotros, desde la dirección ejecutiva hasta el último empleado en llegar, tenemos la responsabilidad de fomentar un entorno inclusivo”.[1]
La primera declaración de la compañía fue emitida a las 10:43 horas de ese mismo día por Twitter: “Nos tomamos estos asuntos muy en serio y no toleramos el racismo de ningún tipo. Mientras estamos en proceso de investigación de la situación, la empleada involucrada se encuentra con licencia administrativa”. Sin embargo, esta declaración inicial provocó críticas generalizadas ya que los usuarios de Twitter pidieron que fuera despedida.
Así, al día siguiente, la empresa emitió una segunda declaración en la que comunicó que Amy Cooper, quien se desempeñaba como jefa de gestión de la cartera de seguros, había sido despedida. La compañía reiteró que: “No toleraremos el racismo de ningún tipo en Franklin Templeton”. Posteriormente, la ejecutiva se disculpó con la víctima y con la comunidad.
La rápida y concisa respuesta de la compañía norteamericana sirve de modelo a las áreas de cumplimiento de las empresas que se toman en serio sus políticas y programas de cumplimiento en cuanto a la implementación efectiva de éstos al interior de la organización demostrando así una cultura corporativa de integridad. Pero, además, es un ejemplo concreto del “Tone at the Top”, primera regla básica en materia de compliance, es decir, el compromiso de la alta dirección con las políticas, valores y programas de cumplimiento de una empresa, se demuestra y construye liderando con el ejemplo.
Si bien, no se trató de una investigación penal que llevara a cabo el Departamento de Justicia de los Estados Unidos (DOJ) en contra de la compañía por un delito cometido por un empleado en el ejercicio de su cargo o funciones, sino más bien de un asunto que, a primera vista, parecía tratarse de un comportamiento personal de la ejecutiva en cuestión, no fue visto ni tratado así por la comunidad ni por la propia empresa. Aquí la discusión no giró en torno a si la conducta era legal o ilegal, si estaba actuando dentro de las funciones que ejercía para la compañía o si se trataba de una mera conducta enmarcada dentro de la esfera personal de Amy Cooper. La discusión se centró en que resultaba insostenible que una alta ejecutiva del mundo de las finanzas, discriminara, maltratara y denunciara en falso a una persona en un parque porque no le gustó que se le hiciera ver que no acataba las normas del parque respecto a su mascota.
El mensaje enviado a los colaboradores y al mundo fue que las políticas y los valores relacionados con la ética no estaban de adorno ni en un cajón. Se aplican por igual para todos al interior de la organización sin importar el cargo, la condición o el género de quien transgrede la conducta valórica de la empresa.
Hace más de un año tuvimos un caso en nuestro país que fue noticia y se viralizó en redes sociales. Se trató del presidente de Gasco quien, actuando supuestamente como un ciudadano de a pie (así al menos lo entendió la mayoría) tuvo un incidente con tres mujeres que descansaban en las orillas del Lago Ranco. Las expulsó en forma violenta argumentando que se trataba de su jardín y que no tenían ningún derecho a estar allí. Cuando se dio cuenta que lo estaban grabando con un teléfono, intentó quitárselos, mientras una de las mujeres le respondió que le dolía que las tratara así. El presidente de Gasco cerró toda discusión argumentando que “yo soy abogado, no me van a discutir a mí”.
En este episodio la discusión se centró en la legalidad y/o ilegalidad de haber estado a orillas del Lago Ranco. Se encargó al Ministerio de Bienes Nacionales que investigara quién tenía la razón y, en un informe entregado por la autoridad, se llegó a la conclusión que la razón la tenían las mujeres puesto que el lugar donde estaban era efectivamente de acceso público, por lo cual “no resulta adecuado el proceder del señor Pérez Cruz, toda vez que tanto el acceso como el uso de las playas en Chile no requieren permiso ni autorización alguna”. Así se dio por terminado el caso. No hubo mayor discusión acerca del proceder del presidente de la empresa en tiempos en que las noticias dan la vuelta al mundo en segundos.
La diferencia con el caso anterior, es que aquí la jerarquía del involucrado en los malos tratos era más alta que la de la ejecutiva de Franklin Templeton. Se trató de quien pertenece al Grupo Pérez Cruz, controlador de Gasco quien figura dentro de la estructura societaria de la empresa con un 89,2% de las acciones.
Las preguntas en materia de compliance en este caso son: ¿no tenía una responsabilidad ética el presidente de Gasco? ¿Qué dicen sus reportes de sustentabilidad y código de ética con respecto a las políticas de discriminación e inclusión?
En lo que respecta al reporte de sustentabilidad de 2019 [2], la empresa hace suyos los principios de transparencia, responsabilidad y ética que guían el accionar de su directorio y principales ejecutivos declarando expresamente que: “…las políticas y prácticas que gobiernan el accionar de la compañía tienen el objeto de que nuestros negocios sean sostenibles en el tiempo y creen valor para nuestros accionistas y grupos de interés”.
Por su parte, el Código de Ética de Empresas Gasco de 2019 [3], presenta los lineamientos de conducta de “todos nuestros directores, ejecutivos y trabajadores en cada una de nuestras empresas y filiales, para conducirnos de acuerdo con las mejores prácticas..”. el texto regula entre otros temas, “los relativos al respeto a las personas, nuestras responsabilidades con clientes, proveedores, contratistas, la comunidad, el medio ambiente, la salud y seguridad…”
En el capítulo cinco de dicho código, “Relación con la Comunidad”, en cuanto al alto sentido de responsabilidad social, se establece que: “Todo empleado o colaborador debe reflejar este compromiso en sus actividades cotidianas, respetando las diferentes culturas, así como la dignidad y derechos de los habitantes de todas las regiones y países donde operan”.
Posteriormente, el presidente de Gasco se disculpó públicamente con las tres mujeres, pero no descartó acciones legales por la funa de la que fue objeto en redes sociales. ¿Era necesario este anuncio de acciones? Pensamos que no. Es un reflejo más de las asimetrías, sociales, económicas y de poder.
Sin duda alguna, al centrarse la discusión en torno a la legalidad de la conducta de las víctimas de malos tratos y, con la evidente vulneración a la dignidad de las personas, este caso nos demuestra que los reportes de la empresa reposan en su sitio web pero no se aplican efectivamente. El “tone at the top”, se quedó en el discurso formal y en el cajón. Lo que el presidente de Gasco y la misma empresa no entendió fue lo que sí entendió Franklin Templeton: que el más alto representante de una compañía no puede transgredir los valores que dice abrazar, ni denostar a las personas sin que ello tenga un alto costo reputacional, un impacto en la comunidad y en sus inversores, ya que éstos son precisamente los grupos de interés que debe cuidar y poner en el centro, pues entre las variables que cada día más toman en cuenta los accionistas se encuentran precisamente el cuidado y respeto de las personas donde la compañía opera desarrollando sus actividades.
[1] www.franklintempleton.com/investor/our-firm/diversity-and-inclusion
[2] www.empresasgasco.com/sostenibilidad/gobierno-corporativo/
[3] www.empresasgasco.com/codigo-de-etica/